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Wonderful

La primera vez que escuché esta canción fue en el Teatro Victoria, en la Navidad de 2016, viendo bailar a dúo a Esther Martinez y Jesús Caramés, si no recuerdo mal durante un Canarios Dentro y Fuera. Inevitablemente me brotó una lagrimita. Me suele pasar viendo danza, cuando los movimientos están acompañados por una música sublime se potencian las emociones y aparece el placer de llorar. No encuentro mejor manera de llorar que esta, ni mejor excusa.

A la mañana siguiente traté infructuosamente de encontrar la canción en internet, por la letra que recordaba, «electricity lingers in my fingers…». Aún no era conocido ni el tema ni la cantante, Lianne La Havas. Por suerte, esa misma mañana una amiga que también se enamoró del tema en la función de danza contemporánea me envió el enlace. Era una mañana tranquila, acabábamos de desayunar, recuerdo perfectamente la sensación que llenó mi hogar al sonar esta canción. Todo se iluminaba de manera tierna y ligeramente melancólica, como si se potenciaran los rayos de sol de invierno que entran por las ventanas. Coincidió además que teníamos una invitada, otra bailarina, Celeste Ayus, que venía a bailar al mismo festival, los tres disfrutamos de la escucha. Recuerdo además que fueron días de comentar todas las funciones del festival, como lo hace la gente que siente pasión por la danza y que crea piezas de danza.

‘Wonderful’ es de esos temas que no quieres escuchar demasiado para no desgastarlos o no perderles el gusto. Así he hecho yo con esta canción transcurridos estos cuatro años, no la he escuchado mucho y nunca la había cantado más allá de canturrear el estribillo. Pero otra vez sucedió que llegó el momento: una tarde de verano, martes, año 2020, en el estudio de Gustavo Campos. Le puse el vídeo de Lianne La Havas y, cómo no, le encantó, así que le dimos un par de vueltas juntos, yo para entrar la letra y él probando con el piano. A la tercera vez creo que me dijo «espera, mejor voy a probar con mi guitarra». A la cuarta lo grabamos, y ya, así quedó, con sus defectos que nos encantan porque lo hacen todo más real. Por encima de todo creo que se palpa nuestra conexión o la magia del momento.

Y qué hacer con algo así… no quería ni podía dejarlo sólo en clip de audio, demasiado tentador. La videocreación tenía que llegar. Una vez más lo dejé reposar un poco en el subconsciente. Pasaron semanas y llegó la idea: la localización iba a ser la galaxia Andrómeda y el vídeo sólo con manos. Es entonces cuando sientes el impulso, ya tienes la idea y sólo quieres ejecutarla. Sin más, otra tarde de verano, esta vez en mi casa, con (mi) amor y nuestra Andrómeda gigante surgió este baile, también a dúo. Técnicamente tiene fallos básicos, pero cuando se trata de dejarse llevar por el disfrute del momento presente no tiene mucho sentido plantearse repetirlo sólo por “arreglarlo”, me importa mucho más tener registro de la verdad de cada instante. Desde un (nuestro) universo interior con mucho (mi) amor y poco más decidí compartirlo…

Ahora que lo pienso, la historia de esta canción convertida en vídeo enlaza una etapa sumamente especial en mi vida, como un círculo de aprendizaje en un camino duro. La maravilla de la vida que te sorprende siempre, abriéndose paso a pesar de las circunstancias. Siempre hay que defender la esperanza como principio.